En relación a la entrada anterior, y gracias al comentario de Juan Cu... digo... Juan Román, he creído conveniente apostillar un par de puntos a cierta quejosa entrada anterior.
El tema en cuestión es el momento en que miras atrás, ves las horas invertidas en algo, y te das cuenta de que estás en ese limbo en que no sabes si quieres mantenerlo como afición o empezar a plantearte dar el salto, porque empiezas a presionarte, bien por tí mismo, bien socialmente, en demostrar algo. Es ese tipo de miedo a ganar que tiene el equipo de fútbol que gana de 2 tras una mala racha, y sólo tiene que mantener la defensa 10 minutos más, o el golfista que tras un torneo de puntuaciones impecables, sólo necesita mantener el par en el último trazado. Esa sensación de tener que demostrar que puedes pero acojonarte, porque en realidad te lo quieres demostrar a tí mismo pero te da miedo.
Citando a uno de los grandes genios de nuestro tiempo, Homer Simpson, "cuanto más te esfuerzas, más grande es la caída". Miedo a perder, a verte incapaz, y a la vez miedo a ganar, es decir, a dar el paso, y verte ascendido a una posición de presión constante donde tendrás que demostrar tu valía día sí día también para mantener el logro. Ni la reválida, oiga.
No pretendo dar una lección moral ni indulgir en la autocompasión, sino simplemente soltar esta reflexión.
Lo que está claro es que hay ciertos puntos que merece la pena resaltar.
-El aficionado simplemente hace lo que le gusta. El profesional no tiene más remedio que despersonalizar su obra, en la medida de lo posible, pues tiene que ajustarse a unas imposiciones, bien por ser parte de una cadena en un proyecto o por apelar al público.
-En relación al punto anterior, el profesional cubre una demanda y tiene que ceñirse a lo que quiera la mayoría, por así decirlo. El aficionado puede ser lo "niche" que quiera, pero se arriesga al ostracismo.
-El profesional sigue unas pautas marcadas, con la ventaja de permitirle mejorar y organizarse mejor, pero con la obvia desventaja de, eso mismo, seguir unas normas. El aficionado puede permitirse "lujos" a la hora de romper reglas.
Matizo que lo de "esto no tiene que ganar premios así que puedo hacerlo como me dé la gana" y demás argumentos similares del aficionado, son un poco excusa ante la crítica. Si haces mierda aposta, no te extrañes si te la critican, aún cuando no la enfoques en el ámbito profesional. Y hablo de críticas reales, no del otro extremo, donde el hard de turno se ampara en su derecho a criticar y expresarse libremente para destrozarte o ser condescendiente, comportándose como un gilipollas integral.
Cuando hablo de libertad creativa, me refiero, a permitirte licencias que se salen de las normas profesionales. Un ejemplo serían los análisis y críticas en el mundo del periodismo, en mi caso del videojuego. Siendo un aficionado no atado a normas del mundillo, puedo permitirme el lujo de no puntuar los análisis que hago, mientras que eso no podría hacerlo de estar trabajando en alguna revista o web de videojuegos. Claro que a la vez, produciría más, aunque fuese por obligación, y además cobraría por ello.
Necesitaba esta autoreflexión porque, como aficionado, comenzaba a ver los hobbys como un enorme gasto de tiempo, algo que jamás se me habría pasado por la cabeza, quizá provocado por la situación de desesperación que nos asola a muchos de mi generación, parados o en trabajos de mierda, pero con inquietudes creativas en medio de una saturación importante en cualquier faceta del arte y el mundo del ocio. Está claro que no todo el mundo puede ser el nuevo Van Gohg, pero ahora vivimos en una sociedad resultista, donde o eres la hostia o mejor te vas a pastar fango, actitud que con los años he ido adoptando como cierta. De igual manera que cuando uno crece no puede evitar volverse más cínico y "espabilar", lo mismo ocurre cuando con los años, te das de bruces con la competitividad y la acabas aceptando. No sé si soy así de negativo por mí mismo, o de forma aprendida, pero lo de "intenta las cosas que el no ya lo tienes", lo considero una vil mentira. La mejor manera de no fracasar es no intentar las cosas, en contra de la esperanza Hollywoodiense que nos venden. Pongamos por ejemplo el currante que tiene una cierta estabilidad (difícil de imaginar en la coyuntura económica de hoy en día, pero hagamos un ejercicio de imaginación) que intenta una carrera pero no sabe si tendrá dinero para pagarse la universidad. "El no ya lo tienes: prueba", le dirían muchos. Y UNA POLLA. Si no intenta nada, se queda como está. Si lo intenta y se pega la hostia, habrá perdido tiempo, dinero, y posiblemente autoestima.
Aquí es donde se confrontan las dos filosofías. ¿Merece la pena intentarlo porque nada cambia si no te pones a ello al fin y al cabo, o te quedas donde estás, con lo malo y con lo bueno, por si acaso? ¿Conformismo o desafío? Diablos, tanto rollo para acabar en una reflexión trascendental tan tópica, que lleva existiendo desde el inicio de los tiempos. Fuera de cachondeos, sí es cierto que ahora la cosa está algo más difícil en comparación a generaciones anteriores (de las pocas cosas donde esto es cierto), ya que pese a que existía una barrera más o menos grande entre afición y profesión, la transición estaba más definida, quizá provocado porque al no existir internet ni tantos medios para que todos se expresen, no estaba tan democratizado, ni había tanta gente ente la que filtrar. Es lo que pasa cuando mucha gente quiere su cachito del mismo pastel donde antes había menos comensales. Antes existía la figura del aprendiz, y del error se aprendía: contaba más el eventual triunfo que los pequeños fracasos necesarios para acumular experiencia. Ahora, cuenta más como éxito el no equivocarse que el lograr una meta, o al menos, lograrla cagándola el menor número de veces posible. O quizá eso es lo que me he convencido a pensar.
En cualquier caso, hay que romper ese círculo vicioso, y aceptar el error. Como aficionado a los cómics, los videojuegos, y la cultura geek, desde que tengo uso de razón, era inevitable que surgiese una necesidad creativa, y aún más inevitable el que en algún momento me plantease si merecía la pena mantener mis hobbys, o descartarlos y dedicar mi tiempo libre a aprender esperanto o a algo que al menos dé dinero. Como comento, todo el tocho este, es una reflexion que (me imagino) todo amante del mundillo habrá tenido alguna vez, y que en la coyuntura de ahora, de licenciados trabajando en MacDonalds porque se necesita pasta, vuelve repetidas veces para atormentarnos; ese pensamiento de "o eres el puto amo en lo que haces, o mejor no lo hagas y no pierdas tiempo".
Joder, me he quedado descansando. Necesitaba sacarme esto de la cabeza. Me voy a rejugarme el Kirby Squeak Squad o algo para que se me pasa tanta gilipollez.
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